Los héroes de la Independencia, la Revolución, la Reforma: todos muertos. Al igual que los grandes muralistas, los cineastas de oro, los charros y las charras cantoras, los inmensos escritores. Todos muertos.
Muertas también las voces de los sesentas, solo algunas sobrevivientes silenciadas con dinero y corrupta fama.
Los dictatoriales generales del PRI y los ricachones post-porfiristas regios: muertos.
Los músicos de los ochentas y noventas muertos en la añoranza otrora.
No nos extrañe que cada vez haya más muertos en México, cuando todo está basado, respirado, encontrado, planteado, y hasta soñado... muerto.